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Uno de los aspectos de la grandiosidad de la civilización islámica es la igualdad entre todas las clases sociales que viven en sus diferentes lados...
Uno de los aspectos de la grandiosidad de la civilización islámica es la igualdad entre todas las clases sociales que viven en sus diferentes lados. De este modo, el público se siente verdaderamente igual al gobernador, así como sienten su cuidado y atención. El Profeta (sal-lal-lâh ‘alaihi wa sal-lam), el buen ejemplo para todo el mundo, enseñaba a su Ummah (nación) el valor de la participación del gobernador con el público tanto en los tiempos duros como en los prósperos. Así, desde los primeros momentos de la fundación del Estado islámico en Medina, él (sal-lal-lâh ‘alaihi wa sal-lam) participó con los Compañeros (que Al-lâh Esté compalcido con ellos) en la construcción de la mezquita. ‘Uruah (que Al-lâh Esté compalcido con él) dijo: “El Profeta (sal-lal-lâh ‘alaihi wa sal-lam) comenzó a trasladar los ladrillos para la construcción de la mezquita diciendo: “Estos ladrillos son mejores para Al-lâh y más puros que los frutos de Jaibar.” También decía: “¡Oh Al-lah! La recompensa (verdadera) es la del Otro Día, así que Ten misericordia con los Ansâr [Auxiliadores de Medina] y con los Muhâyirûn [Emigrantes de La Meca].”[1]
En el tiempo de dificultad el Profeta (sal-lal-lâh ‘alaihi wa sal-lam) estaba al lado de sus Compañeros (que Al-lâh Esté compalcido con ellos) animándolos y alegrándolos, de modo que él mismo (sal-lal-lâh ‘alaihi wa sal-lam) participó en la excavación de la trinchera repitiendo los versos de Ibn Ruâhah (que Al-lâh Esté compalcido con él) mientras trasladaba la arena y la blancura de su estómago estaba cubierta de polvo[2]. Esta modestia y este espíritu del Profeta (sal-lal-lâh ‘alaihi wa sal-lam) tuvieron efecto en aliviar el sufrimiento de los Compañeros (que Al-lâh Esté compalcido con ellos) durante aquella Gazuah (batalla), también ayudaron a revivificar la voluntad, la actividad y llevar a cabo la misión antes de la llegada de su enemigo. Y de esta forma fue el mejor líder que verdaderamente vivía las preocupaciones de su pueblo.
También, los Califas Ejemplares, que le sucedieron, siguieron su método. Por ejemplo, Abu Bakr As-Siddîq (que Al-lâh Esté compalcido con él) y Omar ibn Al Jattâb (que Al-lâh Esté compalcido con él) competían en cuidar a una mujer ciega del público. Omar ibn Al Jattâb (que Al-lâh Esté compalcido con él) narró lo siguiente: “Cuidaba por la noche a una mujer mayor y ciega que vivía en las afueras de Medina. Le traía agua y realizaba sus necesidades. Pero cuando iba a ella, encontraba que alguien me había adelantado y había cumplido lo que ella necesitaba. Así que varias veces fui a ella [más temprano] para que nadie me precediera y vi quién me adelantaba. Fue Abu Bakr As-Siddîq (que Al-lâh Esté compalcido con él) -el califa de los musulmanes en aquel tiempo- así que le dije: “¡Sabía que serías tú!”[3].
Los gobernadores musulmanes cuidaban del público de manera extraordinaria. Por ejemplo, el califa de los musulmanes Omar ibn Al Jattâb (que Al-lâh Esté compalcido con él) protegía a su pueblo y se preocupaba por su bienestar hasta en los campos de batalla durante el Yihâd, de modo que escribió a Al Nu‘mân ibn Muqarrin [Lo siguiente]:
En el Nombre de Al-lâh (Glorificado Sea) el Clemente y el Misericordioso.
Del sirviente de Al-lâh (Glorificado Sea) Omar, el Príncipe de los Creyentes, dirigido a Al Nu‘mân ibn Muqarrin:
¡La paz sea contigo! Alabado Sea Al-lâh (Glorificado Sea), fuera de Quien no hay otro dios. Me enteré de que grupos de los no árabes se reunieron en la ciudad de Nahavand para luchar contra vosotros. Así que cuando recibas mi mensaje, sal a la guerra con el apoyo de Al-lâh (Glorificado Sea) y con Su auxilio en compañía de los musulmanes. Y no los hagas pasar por lugares llenos de baches para no perjudicarlos, ni les impidas su derecho para que no se rebelen contra ti, ni los hagas pasar por arboledas sumergidas en agua, ya que un hombre musulmán para mí es más querido que cien mil dinares. ¡Y la paz sea contigo![4]
En el año del Ramâdah [el año en el que había falta de lluvia y alimentos], el califa Omar ibn Al Jattâb (que Al-lâh Esté compalcido con él) compartió con su pueblo el sufrimiento y la pena y era un ejemplo para ellos en aquella crisis. Ibn Sa‘d en su libro At-Tabaqât mencionó que Omar ibn Al Jattâb (que Al-lâh Esté compalcido con él) trajo pan mojado con ghi (mantequilla clarificada recién hecha, aún líquida) en el año del Ramâdah e invitó a un beduino a comer con él. El beduino elegía los lugares grasientos del plato con su trozo de pan. Por lo tanto Omar (que Al-lâh Esté compalcido con él) le dijo: “Parece que no has comido algo grasiento desde hace tiempo”. Respondió: “Sí, no he comido nada de ghi ni de aceite desde hace tanto”. Por lo tanto, Omar ibn Al Jattâb (que Al-lâh Esté compalcido con él) juró que no saborearía carne ni ghi hasta que la lluvia descendiera y la gente volviera a gozar tales cosas. De este modo, Omar (que Al-lâh Esté compalcido con él) mismo fue afectado en el año del Ramâdah hasta que el color de su piel se cambió. Omar era un hombre árabe que comía ghi y leche, pero cuando la gente tuvo hambre, él los prohibió a sí mismo para que fuera un ejemplo para el resto de los gobernadores a lo largo del tiempo.
Ibn Sa‘d mencionó también en el mismo libro que a Omar (que Al-lâh Esté compalcido con él) en el tiempo del Ramâdah se le traía por la noche pan mojado con aceite para cenar. Y un día un camello fue degollado y repartido entre la gente. Le dedicaron a Omar unas de las mejores partes del camello: una parte de la joroba y otra del hígado. Cuando se le llevaron, preguntó: “¡¿Qué es esto?!” Respondieron: “¡Oh Príncipe de los Creyentes! Es una parte del camello que hemos degollado hoy”. Respondió: “¡Vaya! ¡Vaya! ¡Qué mal gobernador sería si comiera las mejores partes y diera a la gente las puntas de los huesos [se refiere a las partes de menos calidad]! Aleja este plato [con dicha comida] y tráeme otra comida”. Así que se le trajo pan y aceite, y él se puso a romper el pan con su mano en el aceite y luego dijo: “¡Oye Iarfa’! Lleva esta comida a una familia en Zamg (un lugar cerca de Medina), ya que no los visité hace tres días; deberían de estar en necesidad, por lo tanto entrégasela”[5].
Entre las situaciones más grandiosas que muestran cuánto los califas cuidaban al público encontramos la actitud del califa abasí Al Mu‘tasim (Falleció en el año 227 de la Hégira) cuando preparó los ejércitos para socorrer a una musulmana cautivada por el ejército romano, ya que ella le pidió socorro diciendo: “¡Oh Mu‘tasim! ¡Socórreme!”. Así que él le respondió mientras estaba en su cama diciendo: ¡Aquí estoy! ¡Aquí estoy! Y se levantó inmediatamente diciendo ¡Vamos al Yihad! ¡Vamos al Yihad! Y montó su cabalgadura y preguntó: “¿Qué ciudad de los romanos es más resistente y protegida?” Respondieron: “‘Amûrîah, que jamás fue conquistada desde el comienzo del Islam, y es la fuente del cristianismo y más honorable para ellos que Constantinopla”. Así que Al Mu‘tasim salió de Samarra con un ejército equipado de una forma jamás hecha anteriormente por otro califa en cuanto al número [de los soldados], las armas, el equipo de guerra, los odres y los camellos que llevan agua, etc. Y llegó allí el 6 de Ramadán de 223 de la Hégira y permaneció cincuenta y cinco días, luego repartió los prisioneros entre los líderes y se dirigió hacia Tarso.”[6]
Esto no fue una postura pasajera del cuidado que los gobernadores musulmanes dedicaban al público, sino que es una postura fundamental en la civilización islámica que no fue encontrada en las otras civilizaciones. Por ejemplo, el Hâyib o chambelán Al Mansûr ibn Abi ‘Âmir[7] envió a un ejército completo para salvar a tres mujeres musulmanas que eran prisioneras en el País Vasco. Es que uno de sus mensajeros visitó una iglesia donde encontró a una antigua prisionera que se presentó a él y le preguntó si Al Mansûr se contentaba con su sufrimiento mientras él vivía en bienestar y aceptaba que ella llevara ropas desgastadas mientras que él gozaba de sus lujosas ropas. Y dijo que pasó varios años encerrada en aquella iglesia y obligada a vivir de una forma humillada. Y le pidió que la liberara haciéndole jurarle por Al-lâh que cumpliría su compromiso. Y cuando este mensajero volvió a Al Mansûr le informó sobre la misión por la que fue enviado. Así que le escuchó atentamente y cuando terminó, Al Mansûr le preguntó: “¿Acaso viste algo que no te agradó o no viste nada fuera de lo que contaste?” Así, el mensajero le informó sobre la historia de la mujer y sobre los compromisos que ella le obligó a hacer. Al Mansûr le reprochó por no comenzar su informe por ella, luego salió con el ejército a liberar a la mujer y a las otras prisioneras musulmanas[8].
Así era la relación entre los gobernadores y el público en la civilización islámica, era una relación basada en la misericordia, la compasión, el cuidado y la participación eficaz sin aislamiento ni arrogancia.
[1] [Al Bujâri (418)][Muslim (524)].
[2]Ibn Hishâm, As-Sîrah An-Nabauîah 1/495. Ibn Kazîr, As-Sîrah An-Nabauîah, 2/306. As-Suhaili, Ar-Raud Al Anif 2/336.
[3] As-Siûti,Târij Al Julafâ’, 1/7 con modificación.
[4]At-Tabari, Târîj Al Umam Ua Al Mulûk 2/365.
[5] Ibn Sa‘d, At-Tabaqât Al Kubra, 3/312.
[6] Ibn Al Azîr, Al Kâmil Fi At-Târîj 6/45.
[7] El chambelán Al Mansûr: Es Muhammad ibn Abi ‘Âmir, era el ujier del califa Hishâm Al Mu’aîad ibn Al Hakam Al Mustansir. Gobernaba él mismo y su época era la cumbre de la historia de Al-Ándalus y la más próspera. Era uno de los hombres más destacados en su época en cuanto a la sabiduría, la perspicacia, la inteligencia y la valentía. Véase Adh-Dhahabi, Siar A‘lâm An-Nublâ’ 17/123.
[8] Al Muqri, Nafh At-Taieb 1/404
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