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El habiz era uno de los medios más importantes de la bondad y el más beneficioso para los musulmanes...
Desde la era del Profeta (sal-lal-lâh ‘alaihi wa sal-lam) y hasta nuestros días, los musulmanes tienen una tendencia a realizar obras de caridad y de devoción. Sin embargo, el habiz era uno de los medios más importantes de la bondad y el más beneficioso para los musulmanes; ya que (el habiz) es la piedra principal sobre la cual se establecieron todas las asociaciones benéficas en la historia de nuestra civilización, pues contribuyó al levantamiento de las sociedades islámicas de una forma llamativa. De modo que quien reflexione en la historia y en la filosofía de la civilización islámica, deseará saber el objetivo principal para la fundación y la existencia del sistema del habiz en el Islam, que no se interrumpió desde su primer comienzo en la época del Mensajero (sal-lal-lâh ‘alaihi wa sal-lam) hasta hoy día; también, queda claro que el sistema del habiz es una pura agregación islámica a la marcha de la civilización islámica en un tiempo donde no aparecieron los sentidos de la solidaridad social en cualquier otra civilización contemporánea o posterior a la civilización del Islam.
El Profeta (sal-lal-lâh ‘alaihi wa sal-lam) incitó a todos los musulmanes a la donación (el habiz), tanto la elite como el plebe. Y la primera dotación en el Islam, fue una parcela de terreno de propiedad de un hombre llamado Mujairîq[1]. Ya que Ibn Sa‘d mencionó en su libro “At-Tabaqât" que Muhammad ibn Ka’b Al Quradhi dijo: “En la época del Mensajero de Al-lâh (sal-lal-lâh ‘alaihi wa sal-lam), siete jardines de Medina fueron designados como habiz: Al A‘uâf, As-Sâfiah, Ad-Dal-lâl, Al Maizab, Barqah, Husnâ y Mashrabat Umm Ibrâhîm. Ibn Ka‘b dijo: Después de eso, los musulmanes dedicaron sus dotaciones a sus hijos y nietos”[2].
También la mayoría de los Compañeros (que Al-lâh Esté compalcido con ellos) en la era del Profeta (sal-lal-lâh ‘alaihi wa sal-lam) y después, dedicaron algo de sus propiedades como habiz: como el habiz de Omar ibn Al Jattâb (que Al-lâh Esté compalcido con él), ‘Uzmân ibn ‘Affân (que Al-lâh Esté compalcido con él), Talhah ibn ‘Ubaidul-lâh (que Al-lâh Esté compalcido con él) y ‘Ali ibn Abi Tâlib (que Al-lâh Esté compalcido con él). Por lo tanto, fueron destinadas a las obras de caridad y bondad.
Omar ibn Al Jattâb (que Al-lâh Esté compalcido con él) puso la condición de que el rendimiento de su habiz, se diera en caridad a los pobres, a los familiares cercanos, para liberar a los esclavos, por la causa de Al-lâh, a los huéspedes y viajeros, y que no habría ningún daño si el tutor del habiz comiera de ella en lo reconocido o alimentara a un amigo pero sin apoderarse de la misma[3].
El asunto de las dotaciones quedó bajo la responsabilidad de los beneficiarios o los inspectores de acuerdo con los términos y condiciones establecidas por el dotador, sin que el Estado islámico tuviera intervención directa en este sentido; hasta que el juez omeya Taubah ibn Nimr Al Hadrami[4] asumió el Poder Judicial de Egipto, y eso durante la época de Hishâm ibn ‘Abdul Malik, pues se dio cuenta de que las dotaciones se distribuían entre los beneficiarios y los inspectores. Por lo tanto, él mismo se dedicó a supervisar estas dotaciones; con el fin de protegerlas y asegurarse de que sus condiciones no fueran violadas. Taubah no murió hasta hubo una oficina (diván) especial e independiente que fue establecida para la ejecución de los asuntos del habiz (la dotación), bajo la supervisión del propio juez. Aunque esta medida fue tomada en Egipto, sin embargo fue el primer lanzamiento del sistema de [la supervisión de] la dotación en todos los países islámicos. De esta forma, la dotación siguió bajo la supervisión de los jueces, dedicándole su atención y ejecutando sus condiciones relacionadas. En cambio, si la dotación tenía un inspector [encargado por parte del dotador mismo], el papel del juez se limitaba a la protección y la orientación[5].
La situación continuó así hasta la primera mitad del siglo IV de la Hégira, de modo que un funcionario independiente supervisaba y organizaba los asuntos del habiz. Esto dio lugar a la creación de un diván independiente para las dotaciones (habices). A pesar de la novedad de este diván, su jefe fue rápidamente promovido a altos cargos en el Estado, hasta que su cargo superó el del juez supremo en Egipto. Se dijo: Si había una fiesta o temporada donde se le felicitaba al sultán, el juez supremo enviaba a su mensajero para ponerse delante de la puerta del sultán hasta que el jefe del diván del habiz venía a felicitarle (es decir, al sultán) y luego se iba. Entonces, el mensajero iba al juez supremo y lo informaba acerca de esto. En aquel momento, el juez supremo iba a saludar al sultán y felicitarlo. An-Nâbulsi[6] -autor del libro llamado “Lam‘ Al Qauânîn Al Madîah Fi Dauâuîn Ad-Diâr Al Masriah”- explicó esto diciendo que era por temor a que ambos se encontraran por casualidad en el palacio del sultán, así que el jefe del diván de habiz se sentaba a la izquierda del sultán, debido a su posición de alto prestigio e influencia en el Estado. Al Maqrîzi dijo que dicho diván era de los más cuidados, y que sólo trabajaban allí nobles escritores musulmanes cuyos dichos y opiniones estaban aceptables[7].
Durante la dinastía otomana, fue emitido un sistema nuevo de habiz. Este sistema incluía clasificar los tipos de terrenos (sobre los cuales se construyeron los edificios o los que se determinaron para la construcción con el fin del habiz) y los dineros que no implican (pagar) azaque en sí (ni se tomaron para uso comercial sino para el desarrollo, dando a sus propietarios beneficio y ganancia mediante el alquiler o vender lo que se obtiene de su producción). Gran parte de esta clasificación, sigue siendo vigente en muchos países árabes hasta hoy en día. También el Imperio Otomano emitió otro sistema relativo al habiz, el cual es conocido como el sistema de orientación de los sectores, por lo que se organizó en su virtud cómo orientar las funciones en los habices benéficos, y realizar las pruebas para los candidatos para encargarse de (la gestión de) el habiz, y al mismo tiempo, eso incluía examinar a los candidatos para algunos cargos religiosos, como: dirigir las oraciones, dar los sermones, enseñar (el conocimiento religioso) y realizar el Adhân ( llamando a la oración). De esta forma, las leyes y los reglamentos relativos al habiz, se han desarrollado en el mundo islámico, desde el Imperio Otomano y hasta hoy en día; de modo que se estableció un ministerio especial de habiz[8].
La dotación (o sea el habiz) albergó todos los lados civilizados importantes; desde el establecimiento de mezquitas, bibliotecas, hospitales, pozos, baños, fuentes públicas de agua y escuelas. Por lo tanto, fue un cumplimiento de los requisitos de la sociedad islámica en todos los niveles diferentes.
Pues, a nivel religioso, la dotación tenía un papel que no se puede negar, ya que miles de mezquitas existentes en todos los países islámicos, en realidad son bienes cuyos propietarios dotaron en busca de la bondad y la recompensa.
A nivel científico, hubo cientos de escuelas dotadas a los buscadores de conocimiento para lograr los objetivos de los dotadores y elevar la posición de la Ummah (comunidad islámica) en el campo científico. De los sultanes más famosos que revivificaron la práctica de la dotación científica, destaca el sultán Salâhud-Dîn Al Aîûbi; pues, de sus dotaciones más importantes en Egipto, “que construyó una escuela en El Cairo al lado de una tumba atribuida al Imam Al Husain ibn ‘Ali”, y le dedicó una abundante dotación. Convirtió la casa de Sa‘îd As-Su‘dâ’ Jâdim Al Masrîn en un lugar dedicado a los devotos y bondadosos, dedicándole una abundante dotación. También convirtió la casa de ‘Abbâs ibn As-Salâr en una escuela hanafí, dedicándole una abundante dotación. Asimismo, dotó la escuela, que está en Egipto, conocida como “Zain An-Nayyâr” para los shafi‘íes, dedicándole una abundante dotación. Aparte de que dotó en Egipto otra escuela para los malikíes[9].
A nivel social, había dotaciones de fuentes públicas de agua y hospicios. Y otras dotaciones para los pobres y necesitados que tenían el mayor efecto en la solidaridad social en aquellas épocas prósperas. Así pues, el príncipe Nûrud-Dîn Mahmûd dedicó dotaciones para los enfermos, débiles y huérfanos en Alepo y en el resto de los países islámicos. También en La Meca, se dotó un gran jardín al lado del Haram [Territorio sagrado] “a favor de los pobres, necesitados y visitantes al Profeta (sal-lal-lâh ‘alaihi wa sal-lam), el cual fue dotado por el Sheij ‘Azîz Ad-Daulah An-Nada Ash-Shihâbi, el Sheij servidor del Haram en el año 697 de la Hégira”[10].
De lo que indica el interés de los reyes, sultanes, ricos y bondadosos por fundar las dotaciones que sirven los lados sociales de los musulmanes, se encuentra lo que fue transmitido sobre el sultán mameluco Adh-Dhâhir Barqûq[11]; quien dotó una casa para que fuera usada exclusivamente como una oficina “donde los huérfanos recitaban el Sagrado Corán en la fortaleza de la montaña”[12]. También, esta fortaleza se consideraba la oficina central de la cual se gobernaba Egipto, el País de Sham y el resto de los países sometidos a su mandato.
De entre las más amables prácticas en el Islam, lo que Ibn Battûtah contó con admiración y asombro durante su viaje, pues dijo sobre las dotaciones de Damasco: “Las dotaciones de Damasco son innumerables; así que hay lo que está dirigido a los que no tienen capacidad para realizar el Hayy (Peregrinación mayor), de modo que se daba a quien lo realizaba en vez del discapacitado lo suficiente [para cubrir los gastos de su viaje]. También había dotaciones dirigidas para ayudar a las chicas a preparar sus futuras necesidades matrimoniales, cuyas familias no tenían la capacidad para hacerlo, otras dotaciones eran para liberar a los prisioneros y otras para los viajeros; de modo que se les otorgaba lo que les bastaba de comida y ropa hasta que llegasen a sus países. También había dotaciones dirigidas para la modificación y la pavimentación de las carreteras; ya que los callejones de Damasco tenían aceras en ambos lados donde pasaban los caminantes, mientras que los que tenían montura pasaban por el medio. Y había dotaciones para otros actos de bondad”[13].
De las maravillosas que Ibn Battûtah mencionó en su libro, está lo que llama “Dotación para la cerámica rota”, pues dijo: “Una vez, pasé por algunos callejones de Damasco, y vi a un muchacho menor a quien se le había caído de la mano un plato de cerámica china, así que se rompió y la gente se reunió a su alrededor, luego algunos le dijeron: “Reúne sus partes, y llévalas al jefe de las dotaciones de cerámica”. De hecho, él las reunió y un hombre lo acompañó al mismo y se lo mostró, así que le pagó lo equivalente al precio de aquel plato. Eso es de las mejores obras; ya que el señor del muchacho, tendría que pegarlo por romper el plato o reprocharlo, aparte de que dicho incidente rompió su corazón y lo entristeció. Así que esta dotación era como un consuelo para los corazones. ¡Que Al-lâh (Glorificado Sea) Recompense a quien tuvo una alta voluntad para hacer el bien!”[14].
En más de un país islámico, había una dotación dirigida a prestar las joyas y los adornos en las bodas. De modo que los pobres y la gente común se beneficiaban de dicha dotación según lo que necesitaban de joyas para adornarse en las fiestas, y después las devolvían a su lugar. Y de esta forma, se facilitaba al pobre en su boda ponerse una vestimenta adecuada y a su esposa embellecerse con joyas maravillosas, de modo que ambos se alegrasen[15].
En Túnez, había una dotación para la circuncisión de los hijos de los pobres; de modo que se realizaba la circuncisión al niño y se le concedían vestimenta y dírhams. También había una dotación de la cual (los responsables) compraban dulces para distribuirlos durante el mes de Ramadán gratuitamente. Asimismo, en algunos días del año, se esparcía en sus orillas una gran cantidad de peces, así que había una dotación por medio de la cual compraban una gran parte de estos peces, y luego se distribuían gratuitamente a los pobres. También, había una dotación para quien se le caía aceite de lámpara o su ropa se ensuciaba con otra cosa, de modo que iba al responsable de dicha dotación y recibía lo suficiente para comprar otra ropa[16].
Lo más extraordinario, es que en la ciudad de Marrakech en Marruecos, había un establecimiento de dotación llamado “Dâr Ad-Duqqah[17]”; el cual era un refugio para las mujeres cuyas relaciones con sus maridos llevaban algo de odio. De modo que podían permanecer allá, comiendo y bebiendo, hasta que terminara lo que estaba entre ellas y sus esposos[18].
Asimismo, la dotación tenía un papel destacado en el campo de la salud desde el primer siglo de la Hégira. Ya que el primero quien dotó los hospitales a favor de los enfermos, fue el califa omeya Al Ualîd ibn ‘Abdul Malik; pues, construyó un hospital en Damasco y lo dotó a los enfermos[19]. También Al Ualîd mostró un interés especial por los enfermos de lepra, de modo que les impidió pedir limosna a la gente, dedicándoles un subsidio. Además, ordenó dedicar un sirviente para cada discapacitado y un guía para cada ciego[20].
De los hospitales más importantes que fueron dotados en Bagdad, el hospital Al ‘Adudi. Pues, fue construido por ‘Adud Ad-Daulah Al Buaihi en Bagdad (en el año 366 de la Hégira / 976 d.C.), y estaba en el lado occidental de la ciudad (de Bagdad). El hospital albergaba veinticuatro médicos; lo que indica su amplitud y la variedad de sus especializaciones. ‘Adud Ad-Daulah dotó mucho a dicho hospital; así que el tratamiento era gratuito para todos los ciudadanos, también el enfermo recibía un cuido especial en cuanto a: recibir ropa nueva y limpia, comida variada y medicamentos necesarios, aparte de que cuando el enfermo se recuperaba, se le otorgaban los gastos de su viaje para que pudiera volver a su país[21].
El interés dedicado a los hospitales dotados, alcanzó un nivel muy alto de cuido, desarrollo y prosperidad; hasta que alguna gente se fingía ser enferma para ingresar a los hospitales, por el tanto cuido y atención que recibían así como la comida deliciosa. Y a veces, algunos médicos hacían caso omiso a dicho disimulo; ya que el historiador Jalîl ibn Shâhîn Adh-Dhâhiri[22] mencionó que visitó un hospital en Damasco en el año (831 de la Hégira/ 1427 d.C.), de modo que jamás vio algo igual en su época. Y por casualidad, había una persona que disimulaba la enfermedad en dicho hospital, por lo que el médico le escribió tras el paso de tres días de su ingreso una carta donde dijo: “¡El huésped no permanece más de tres días!”[23].
Las dotaciones, en la civilización islámica, se distinguieron por la variación y la extensión. Teniendo en cuanta que el sistema de dotación islámica, era una prueba sobre la unicidad de la civilización islámica en dicho campo, el cual logró tanto para los musulmanes como los no musulmanes varios mecanismos que jamás fueron conocidos en el mundo anteriormente respecto a la solidaridad, la misericordia y el desarrollo de la civilización islámica.
[1]Mujairîq An-Nadri: Era de los Compañero (y), de los eruditos judíos y de sus ricos. Abrazó el Islam y donó sus bienes al Profeta (e). Falleció como mártir en (la batalla de) Uhud en el año 3 de la Hégira. Véase: Ibn Hayar, Al Isâbah 6/57.
[2]Ibn Sa‘d, At-Tabaqât Al Kubra 1/503.
[3][Al Bujâri (2586)][Muslim (1632)].
[4] Abu Mahyan Taubah ibn Nimr ibn Harmal Al Hadrami, el juez de Egipto. Ibn Hayar dijo: “Fue el primero quien recaudó las dotaciones de sus dotadores y las ingresó a la Oficina de Gobierno por temor de que las impidieran y las heredaran entre sí. Falleció en el año 120 de la Hégira. Véase: Ibn Hayar, Ta‘yîl Al Manfa‘ah, pág 61.
[5]Véase: Al Kindi, Al Ulâh Ua Al Qudâh, pág. 390 y Muhammad Abu Zahrah, Muhadarât Fi Al Uaqf, pág 12.
[6]‘Uzmân ibn Ibrâhîm An-Nâbulsi, Fajrud-Dîn: era de los príncipes del Estado Aîûbi. El sultán Naymud-Dîn Al Aîûb le encargó la supervisión de los divanes egipcios en el año 632 de la Hégira. Y escribió bajo su orden (Lam‘ Al Qauânîn Al Madiah Fi Dauâuîn Ad-Diâr Al Masriah). Falleció cerca del año 685 de la Hégira. Véase: Az-Zirkali, Al A‘lâm 4/202.
[7] Al Maqrîzi, Al Mauâ‘idh 2/295, Al Qalqashandi, Subh Al A‘sha 3/567, An-Nâbulsi, Lam‘ Al Qauânîn Al Madiah Fi Dauâuîn Ad-Diâr Al Masriah, pág. 28, As-Sâmrâ’i, Al Mu’assasât Al Idâriah Fi Ad-Dual Al ‘Abbâsiah, pág. 298-307.
[8] Muhammad Abu Zahrah, Muhadarât Fi Al Uaqf, pág 26, 27 e ‘Ikrimah Sabri, Al Uaqf Al Islâmi, pág. 21, 22.
[9]Al Iâfi‘i, Mir’ât Al Yinân Ua ‘Ibrat Al Yaqdhân Fi Ma‘rifat Hauâdiz Az-Zamân 3/351.
[10]Ibn Ad-Diâ’, Târîj Makkah Al Mukarramah Ua Al Haram Ash-Sharîf, pág. 247
[11]Abu Sa‘îd Adh-Dhâhir Barqûq ibn Ans o Anas el otomano; era el rey Adh-Dhâhir (738-801 de la Hégira / 1338 – 1398 d.C.) El primero quien gobernó Egipto de los circasianos. Era estricto y valiente. Anuló algunos impuestos especiales y tuvo una buena biografía. Véase Az-Zirkali, Al A‘lâm 2/48.
[12] Al Maqrîzi, As-Sulûk lima‘rifat Dual Al Mulûk 5/448.
[13] Ibn Battûtah, Rihlat ibn Battutah (El viaje de Ibn Battuta), pág. 99
[14] Ibídem, pág. 100
[15] Shakîb Arsilân, Hâdir Al Âlam Al Islâmi (El presente del mundo islámico) 3/8.
[16] Shauqi Abu Jalîl, Al Hadârah Al ‘Arabiah Al Islâmiah (La civilización árabe-islámica), pág. 336, 337.
[17] Literalmente la palabra “Duqqah” en la lengua árabe significa las especias mezcladas con la sal, y aquí se refiere al establecimiento que recibía a las mujeres cuyos maridos las trataban mala e injustamente, hasta ponerles un fin.
[18] Shauqi Abu Jalîl, Al Hadârah Al ‘Arabiah Al Islâmiah, pág. 336, 337.
[19] Véase: Az-Zahrâni, Nidhâm Al Uaqf, pág. 248.
[20][20] Consulte: Ibn Al Azîr, Al Kâmil 4/292 e Ibn Daqmâq, Al Yauhar Az-Zamîn, pág. 65
[21] Véase: Ibn Abi Usaibi‘ah, ‘Uiûn Al Anbâ’ Fi Tabaqât Al Atibbâ’ 1/67, Muhammad Husain ‘Ali, Târîj Al ‘Arab Ual Muslimîn, pág. 196 y Qadrî Hâfidh Tûqân, Al ‘Ulûm ‘Ind Al ‘Arab Ua Al Muslimîn, pág. 32, 34.
[22]Jalîl ibn Shâhîn Adh-Dhahiri (813-873 de la Hégira/ 1410-1468 d.C.). Era conocido con el nombre de Ibn Shâhîn. Era apasionado por la investigación y escribió libros. Tuvo mucha fama en Egipto. De sus libros: Zubdat Kashf Al Mamâlik Ua Baiân At-Turuq Ua Al Masâlik. Véase: Az-Zirkali, Al A‘lam 2/318.
[23] Véase: ‘Ikrimah Sa‘îd Sabri, At-Tamrîd Fi At-Târîj Al Islâmi, pág. 29, 30.
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